La “democratización” del saqueo
24
noviembre, 2014
Al
parecer, y a juzgar por lo que puede leerse y escucharse en los medios, el país
está sumido en una crisis terminal. Sin embargo, es menester usar con precisión
el idioma para discernir hasta qué punto esto es así.
En
Argentina hay un sector que está colapsado y otro que es arrasado por ese
colapso. La crisis que roe hasta las entrañas no es del país propiamente dicho
sino del gobierno. Amén de
la crisis perpetua, que ya no halla solución, en las clases más marginadas y
paupérrimas de la geografía argentina, hay una crisis que se mantuvo oculta
como una enfermedad a la que no se la cura. La actual administración está
enferma, no aceptó remedios y hoy la metástasis se acrecienta.
¿Contagia?
De algún modo sí. Sí entendemos que se predica con el ejemplo, veremos que
el desparpajo de la dirigencia, la burla sin reparos y la provocación cotidiana
se van correspondiendo en lo social, con otra “corruptela” menos crítica
quizás. Arriba se flanquearon todos los límites, abajo se evadieron normas y
rompieron reglas, sin noción siquiera del daño que suma ese actuar.
Autos
de alta gama se patentan en Vaca Muerta, se consiguen detectores de radares,
decodificadores para ver canales de cable sin pagar, calcomanías truchas de
discapacidad para estacionar más fácil, etc.
Lo que
molesta quizás, es que estos hechos aparentemente insignificantes suelen
penarse mientras que la corrupción sin sutileza, por decirle de alguna manera,
se supera a sí misma cada día y sigue propagándose sin vergüenza y sin moral.
Menos aún con penas y condenas fácticas, palpables, concretas.
¿Qué es
lo que falta para que tantísimas evidencias de corrupción tengan resolución que
es en definitiva, lo que cuenta? Con el descubrimiento y el mero dato no
llegamos a ningún lado. La respuesta no es complicada: resta que haya reacción
del Poder Judicial.
Los
Kirchner no diezmaron por capricho las Instituciones, ni hicieron añicos los
principios básicos de la república por hobby. Hubo clara premeditación. Han
sido actos agravados por alevosía pues, todo ello, se llevó a cabo para evitar
que el saqueo a las arcas del Estado sea penado. Era el modo de asegurarse
impunidad.
Ahora
bien, de pronto, un juez decide dejar el temor de lado y se rebela (porque
rebelarse no es salir a la calle a romper todo sino cumplir, a conciencia, el
rol propio) Un juez se rebela a hacer la vista gorda y decide actuar,
cumplir su función, ninguna proeza sino lo normal. No volvamos a
endiosar seres humanos porque los providenciales no suelen durarnos.
La
pregunta ahora es ¿hasta cuándo podrá el juez Claudio Bonadio librar esta
contienda si no lo asiste el apoyo generalizado como lo tuviera en su momento
el fiscal José María Campagnoli?. Y es que el Ejecutivo no va a ahorrar
métodos extorsivos y tácticas de amedrentamiento para hacerlo recular.
Bonadio
debe entender que difícilmente salga ileso de esto. El héroe de guerra
siempre vuelve del frente de batalla lastimado, pero nadie echa ácido sobre
esas llagas pues son fuente de orgullo. No devienen de cobardía ni
debilidad sino de una lucha despareja quizás, en pro de un bien superior: hacer
justicia. En palabras de Ulpiano “dar a cada uno lo suyo”,
no se pide más.
El pueblo
debiera apoyar la pérdida de miedo, imitando sí ese ejemplo y no otros que
nos denigran como sociedad. De esa forma se le haría menos solitario el
camino al juez que decide ir más allá de las portadas de los diarios y los
grandes titulares que ya no generan asombro ni suficiente indignación social.
El
kirchnerismo ha jugado con el miedo desde el vamos porque el miedo frena,
paraliza. Y así nos quiere el gobierno actual: inmóviles, diciendo “¡qué
barbaridad!” pero nada más. Como bien señaló en su columna Claudio
Zuchovicky se trata de aplicar aquel “Keep calm and carry on“.
Si bien en su momento pretendía ser estímulo a un imperio sumido en una
guerra mundial, no deja de encubrir ese deseo subyacente de los gobiernos
populistas que aspiran a que la gente este tranquila y siga con su vida como si
nada pasara cuando todo está pasando en realidad.
La
prioridad de Cristina no es ni remotamente la prioridad de la ciudadanía. Ella
busca frenar a los jueces que se disponen a la rebelión. De allí el
“copamiento” del Consejo de la Magistratura, las reformas de los códigos civil
y procesal penal, y la batalla que espera, por el número de miembros que habrá
de tener la Corte Suprema.
La
Presidente ya es “chica de tapa” pero está vez en la sección policial. Protagoniza
algo más que el relato oficial, actúa con un rol preponderante en un expediente
judicial. Eso no es común ni mucho menos normal. La otra pregunta del
millón es si dicha actuación quedará así, como un prólogo apenas, o si avanzará
con un desarrollo y un final.
En parte depende
del grado de atención que prestemos como sociedad, máxime en una época de
fiestas y receso cuando todo parece menguar. Pareciera que siempre la
última palabra está de nuestro lado. Somos quién debe ejecutar el penal
decisivo si se quiere ganar. ¿Estamos dispuestos a darlo?
Mientras
tanto, el gobierno, no satisfecho con instaurar el día de los valores villeros,
se dedica a convertir el saqueo en un derecho. Lo democratiza a su modo, lo
instala como ofrenda nacional
Decide que los supermercados entreguen bolsas de alimentos para evitar que haya grupo capaces de irrumpir por la fuerza, causando destrozo en los comercios.
Decide que los supermercados entreguen bolsas de alimentos para evitar que haya grupo capaces de irrumpir por la fuerza, causando destrozo en los comercios.
A ver si
entendemos lo que esto significa: en términos sencillos, el kirchnerismo
está convirtiendo en política de Estado, en “derecho humano” el saqueo de
empresas y locales comerciales. Esa es su distribución de la riqueza, esa es su
inclusión social, ese es el capítulo que sigue del relato oficial. Ninguna
solución sino un severo agravamiento del mal. ¿Cómo se vuelve de eso?
Al fin y
al cabo, lo que ahora pretende permitir el kirchnerismo es lo que él viene
haciendo desde hace más de once años de gobierno: legitimar el robo de lo
ajeno. Ellos lo hicieron con el erario público. En un acto de “generosidad”
sin límite, para estas Navidades, nos regala una cuota de igualdad para que
actuemos. Además para eso, ellos nos dieron ya el ejemplo.
Gabriela
Pousa
No hay comentarios.:
Publicar un comentario