LA CONQUISTA BRITÁNICA DE ESPAÑA: AGENTES
BRITÁNICOS EN ACCIÓN
Un
artículo de Cesáreo
Jarabo Jordán
La
hecatombe que España sufrió en el siglo XIX no puede ser entendida sin haber
analizado previamente los siglos anteriores, pero tampoco puede entenderse sin
analizar la casuística de las personas que llevaron a término la destrucción
del Imperio Humanista Hispánico.
¿Qué eran
y a qué servían aquellos a quienes algunos llaman “los libertadores”? Desde la
distancia de dos siglos; desde un mundo que en poco se parece a aquel; desde la
estricta individualidad del interesado por conocer, con el dolor, eso sí, de no
hacerlo desde una Patria unida y universal, vamos a intentar desentrañar qué
motivaciones y ayudas tuvieron para conseguir la atomización de la Patria
común.
En
capítulos aparte se ha procurado introducirnos en la situación política de
España en los albores del siglo XIX; hemos tratado también la cuestión
económica; la influencia de la invasión francesa de la Península; los
conflictos sociales indigenistas y de los Comuneros, y la influencia de la
masonería.
Todo
ello, sin duda, influyó en el rompimiento de la Patria, pero hubo otros
condicionantes, si cabe más importantes, a cuyo servicio laboraron algunos de
los aspectos señalados. No vamos a adelantar cuales fueron. Irán surgiendo a lo
largo de la exposición.
En esos momentos, la Revolución Francesa y la
Ilustración ocupaban lugar preeminente en cualquier charla, conversación o
discusión, y los llamados “próceres” eran, sin lugar a dudas, gentes con ideas
revolucionarias emanadas de aquellas. Y gentes que se estaban organizando al
amparo de la Revolución Francesa y al amparo de Inglaterra. Así, en esos
momentos ya se estaba gestando las acciones que se pondrían en marcha a
comienzos del nuevo siglo. Maurico Javier Campos, señala al respecto que “la
mayoría de los historiadores coinciden en que a fines del siglo XVIII el
venezolano Francisco de Miranda fundó en Londres una logia masónica llamada La Gran
Reunión Americana para conspirar a favor de la independencia de las colonias
españolas. Esta logia, que supuestamente obedecía a la Gran Logia de Londres,
luego se expandió en España tomando el nombre de Sociedad de los Caballeros
Racionales. Casi todos los próceres de la independencia americana habrían
pertenecido en algún momento a ella o a sus sucesoras.”
Francisco
de Miranda, que había servido en el ejército español, en concreto en Melilla,
combatió en Valmy como mariscal de campo al servicio de la Revolución Francesa
bajo las órdenes de Dumouriez, y permaneció años en Inglaterra prestando sus
servicios como peón de la política británica en América, a la que exportaría el
concepto parlamentario, amén de conceder a Inglaterra el estatus de nación favorecida
en cuanto a lo comercial, una vez que se lograra la separación de España.
El 22 de
Diciembre de 1797 se reunieron en París José del Pozo, Antonio José de Sucre,
Francisco Miranda y Pablo de Olavide, “no sólo para deliberar conjuntamente
sobre el estado de las negociaciones seguidas con Inglaterra en diferentes
épocas, para nuestra independencia absoluta” , sino para llegar a una serie de
acuerdos que quedarían plasmados en un acta que resulta esclarecedora para
entender lo que sucedería después. Se detecta en el acta la existencia de
acuerdos previos con el reino de la Gran Bretaña, a quién se le abren las
puertas sin cortapisa de ningún tipo en lo que se puede entender como pacto
para la dominación colonial británica.
El
artículo primero del acta en cuestión señala: “Habiendo resuelto, por
unanimidad, las Colonias Hispano-Americanas [sic], proclamar su independencia y
asentar su libertad sobre bases inquebrantables, se dirigen ahora aunque
privadamente a la Gran Bretaña instándole para que las apoye en empresa tan
justa como honrosa, pues si en estado de paz y sin provocación anterior,
Francia y España favorecieron y reconocieron la independencia de los
Anglo-americanos, cuya opresión seguramente no era comparable a la de los
Hispano-Americanos, Inglaterra no vacilará en ayudar la Independencia de las
Colonias de la América Meridional.”
En su
artículo segundo es de destacar que reclaman a favor de Inglaterra condiciones
de dominio en los territorios “liberados”; algo que jamás ofrecieron los
independentistas norteamericanos como contrapartida hacia España por su apoyo a
la independencia de las Trece Colonias. Dice así: “se estipularán, en favor de
Inglaterra, condiciones más ventajosas, más justas y más honrosas. Por una
parte la Gran Bretaña debe comprometerse a suministrar a la América Meridional
fuerzas marítimas y terrestres con el objeto de establecer la Independencia de
ella y ponerla al abrigo de fuertes convulsiones políticas; por la otra parte,
la América se compromete a pagar a su aliada una suma de consideración en
metálico, no sólo para indemnizarla de los gastos que haga por los auxilios
prestados, hasta la terminación de la guerra, sino para que liquide también una
buena parte de su deuda nacional. Y para recompensar hasta cierto punto, el beneficio
recibido, la América Meridional pagará a Inglaterra inmediatamente después de
establecida la Independencia, la suma de… millones de libras.” Se
comprometían así a una hipoteca que sigue vigente doscientos años después de
haber sido rota la unidad nacional española.
Y los
términos de la mentada hipoteca comienzan a señalarse en su artículo quinto,
donde se señala que “se hará con Inglaterra un tratado de comercio, concebido
en los términos más ventajosos a la nación británica; y aun cuando debe descartarse
toda idea de monopolio, el trazado le asegurará naturalmente, y en términos
ciertos, el consumo de la mayor parte de sus manufacturas.” Y en su artículo
sexto se les regala Panamá: “El paso o navegación por el Istmo de Panamá, que
de un momento a otro debe ser abierto, lo mismo que la navegación del lago de
Nicaragua, que será igualmente abierto para facilitar la comunicación del mar
del Sud con el Océano Atlántico, todo lo cual interesa altamente a Inglaterra,
le será garantizado por la América Meridional, durante cierto número de años,
en condiciones que no por ser favorables lleguen a ser exclusivas” .
De todos
es conocido que finalmente, el canal sería abierto por EE.UU. Pero eso no
dependió de la inexistente independencia Hispanoamericana, sino de un pacto
entre iguales, el tratado Clayton-Bówdler entre Estados Unidos de América e
Inglaterra firmado en 1850 en donde se le reconoce a la primera el derecho de
hacer un canal.
Volviendo al acta de París, en el capítulo octavo
se abren las puertas al banco de Inglaterra: “Las relaciones íntimas de
asociación que el Banco de Londres pueda trabar enseguida con los de Lima y de
México, para sostenerse mutuamente, no será una de las menores ventajas que
procure a Inglaterra la independencia de la América Meridional y su alianza con
ella. Por este medio el crédito monetario de Inglaterra quedará sentado sobre
sólidas bases.” … Y el noveno apunta una nueva hipoteca con los Estados Unidos:
“Puede invitarse a los Estados Unidos de América a formar un tratado de amistad
y alianza. Se le garantizará en este caso la posesión de las dos Floridas y aun
la de la Louisiana, para que el Missisipi sea la mejor frontera que pueda
establecerse entre las dos grandes naciones que ocupan el continente americano.
En cambio los Estados Unidos suministrarán, a su costa, a la América Meridional
un cuerpo auxiliar de 5.000 hombres de infantería y 2.000 de caballería
mientras dure la guerra que es necesaria pata obtener su independencia.” En el
artículo Once hay otra cesión territorial directa: “Respecto de las islas
que poseen los hispano-americanos en el archipiélago americano, la América
Meridional sólo conservará la de Cuba, por el puerto de la Habana, cuya
posesión —como la llave del Golfo de México—le es indispensable para su
seguridad, Las otras islas de Puerto Rico, Trinidad y Margarita, por las cuales
la América Meridional no tiene interés directo, podrán ser ocupadas por sus
aliados, la Inglaterra y los Estados Unidos, que sacarán de ellas provechos
considerables.”
Destaquemos
principalmente estos aspectos. Los hechos posteriores; los tratados
comerciales, el expolio, no han sido excesos de británicos y norteamericanos.
Todo estaba pactado por los “libertadores”, sus agentes.
Al
respecto de este contubernio, Edgar Montiel señala: “El Acta de París,
concebida y suscrita en aquella ciudad en diciembre de 1797, patrocinada por el
General Miranda, contó además con el aval de los comités de activistas e
ideólogos de la independencia que estaban en París, Londres, y el resto de
Europa. Entre ellos, se cuentan Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, Manuel de Solar,
Sucre, Pedro José Caro, Pablo de Olavide, y probablemente Antonio Nariño, el
precursor neogranadino.”
Continuará…
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