De mosquitos a bebés transgénicos, ¿qué CRISPR sabes?
Silvia Ribeiro*
Si no sabe lo que es CRISPR, no se preocupe, 99.9 por ciento
de la humanidad tampoco. Mejor dicho, preocúpese: es una nueva tecnología de
biología sintética de alto poder que está siendo usada para modificar
genéticamente desde plantas y mosquitos a cerdos y primates, incluidos
embriones humanos, lo cual podría cambiar en forma permanente las
características genéticas de nuestra especie.
El 18 de abril 2015, un grupo de científicos chinos, de la
Universidad Sun Yat-sen en Guangzhou, China, reportó haber modificado
genéticamente embriones humanos con esa técnica, en la revista científica
Protein & Cell (Liang et al). Semanas antes, las revistas científicas
Nature y Science habían publicado los llamados de varios científicos de alto
nivel –incluido dos premios Nobel– a establecer una moratoria sobre la
ingeniería genética en embriones humanos, en particular sobre la modificación
de líneas germinales. Ese tipo de intervención cambia la información genética
no sólo del individuo al que se aplica, sino de toda su descendencia, o sea, de
la especie.
Los científicos que trabajan en ello alegan que la
modificación genética de línea germinal se necesita por razones médicas (en el
caso del equipo en China, para eliminar un gen responsable de la talasemia, un
tipo de anemia hereditaria). Pero si la tecnología demuestra ser viable, se
abrirá la caja de Pandora de producir "bebés de diseño", por
preferencias estéticas, para ser supuestamente más inteligentes u otras razones
mucho más allá que la salud. En el contexto de las industrias biotecnológicas y
farmacéuticas, esto será el principal negocio.
El trasfondo tecnológico de la polémica es la aplicación de
una nueva técnica de biología sintética, anunciada en 2012, llamada CRISPR/Cas9
(clustered regularly interspaced short palindromic repeat (CRISPR)-associated
system), o repetidos palindrómicos cortos aglomerados regularmente e
inter-espaciados, que ha mostrado un nivel mucho más alto de precisión para
modificar genéticamente organismos vivos, microorganismos, plantas y animales,
ya que permite cortar y silenciar, eliminar o remplazar secuencias genéticas,
con mucha más exactitud que las tecnologías usadas anteriormente.
Permite además cambiar las funciones genómicas, sin
necesariamente introducir nuevo material genético permanente en el ADN, por lo
que junto a otras técnicas recientes de biología sintética, como TALEN y ZFN,
se las agrupa en lo que llaman "edición del genoma". Pese a ser
tecnologías incipientes, el entusiasmo científico y económico de la edición
genómica en animales, plantas y humanos es enorme y generalmente acrítico,
exceptuando el uso en embriones humanos.
Para la industria biotecnológica, la edición genómica no
sólo es más rápida y eficaz, es también una forma de evitar regulaciones,
alegando que no se introduce nuevo material genético. Esperan convencer al
público de que "no son transgénicos" para que sus productos no
encuentren tanta resistencia social.
Que sea posible "editar genomas" con estas y otras
tecnologías no supera los muchos vacíos e incertidumbres que persisten sobre
las funciones de los genes, las interacciones con el resto del genoma y con
muchos otros componentes epigenéticos e incluso ambientales y ecosistémicos, ni
tampoco las incertidumbres sobre los potenciales efectos secundarios adversos,
en muchos casos imprevisibles.
Varios estudios sobre usos de CRISPR/Cas9 –y ahora el del
equipo chino sobre embriones humanos– han mostrado que aunque el corte es
preciso y el remplazo con otra secuencia puede ser eficaz, el proceso no acaba
allí, ya que el uso de esta tecnología provoca también la mutación de
secuencias que no eran el objetivo. Al actuar como una reacción mutagénica en
cadena, puede atacar los genes causantes de ciertas enfermedades hereditarias,
pero al mismo tiempo silenciar o eliminar defensas naturales del genoma ante
otras dolencias.
En el caso de la modificación de insectos con CRISPR/Cas9
para combatir la malaria, una de las preocupaciones manifestadas por
científicos de la Universidad de California en San Diego es que la tecnología
demostró tener una eficacia tan alta en propagarse (97 por ciento contra una
tercera parte de otras técnicas) que, de aplicarse, en una o dos generaciones
ya se habría modificado genéticamente toda una población de mosquitos en un
área, sin tener claro los efectos secundarios no deseados de esta
transformación, ni en los mosquitos, ni en el ambiente o incluso los cambios en
otros agentes de la propia enfermedad que trasmiten.
Este tipo de riesgos no son aceptables en ningún caso, pero
más claramente en el caso de liberaciones al ambiente –como plantas, mosquitos,
etcétera– y por supuesto, en la modificación de líneas germinales humanas, que
llevarán a cambios en el genoma humano que afectan a toda la especie, con
efectos dinámicos y sinérgicos impredecibles para nuestros hijos.
Según el Dr. David King, de la organización Human Genetics
Alert del Reino Unido, que trabaja hace años en este tema, el llamado a una
moratoria y directrices voluntarias sobre la modificación genética humana que
están haciendo ahora algunos científicos es totalmente insuficiente, ya que hay
más de 40 países que ya la prohíben. La medida urgente ahora, ante estas nuevas
tecnologías, es establecer una prohibición internacional y permanente contra la
modificación genética de líneas germinales humanas.
Además, necesitamos una moratoria real, no voluntaria de los
que desarrollan las tecnologías, para abrir un debate social amplio e
informado, mucho más que científico, sobre estas nuevas tecnologías y sus
implicaciones sociales, ambientales, económicas, de salud y bioseguridad.
*Investigadora del Grupo ETC
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