César
cervera / Madrid
Día
28/04/2015
La literatura y la propaganda anglosajona han
exagerado los episodios de una guerra que ganó España. Entre 1540 y 1650, de
los 11.000 buques que hicieron el recorrido América-España solo se perdieron
107 a causa de los ataques piratas
ABC
La
historiografía inglesa ha insistido en repetir que la actividad pirata fue un
constante quebradero de problemas, con corsarios de la bajeza moral de Francis Drake o John Hawkins a
la cabeza, para el traslado del oro, plata y otras mercancías del Nuevo
Mundo a España. Así, según la imagen todavía presente en el cine y en la
literatura, Felipe II y el resto de monarcas españoles de la dinastía
Habsburgo terminaron desesperados ante los ataques auspiciados por la
Monarquía Inglesa y otros reinos europeos. Sin embargo, las cifras de
barcos que llegaron a puerto español desdicen esta versión romántica y falseada
de la historia. La Flota de Indias se reveló como un sólido sistema casi
sin fisuras.
«El sol
luce para mí como para otros. Querría ver la cláusula del testamento de Adán
que me excluye del reparto del mundo», aseguró el Rey francés Francisco I
tras el tratado de Tordesillas, donde españoles y portugueses se repartieron el
Nuevo Mundo con el beneplácito del Papa Alejandro VI. Y desde luego los
dos imperios ibéricos –más tarde unidos por Felipe II– no estaban
dispuestos a compartir su herencia. Es por ello que la Monarquía francesa y otros enemigos del
imperio comenzaron a financiar la expediciones piratas contra los barcos
que usaban los españoles para transportar las mercancías.
Los españoles aprendieron a defenderse de los
piratas franceses a través de grandes galeones
En 1521,
piratas franceses a las órdenes de Juan Florin lograron capturar parte
del conocido como «El Tesoro de Moctezuma», el grueso de las riquezas
que Hernán Cortés envió a Carlos V tras la conquista de
Tenochtitlan, abriendo toda una nueva vía para asaltos y abordajes. Sin
embargo, los españoles aprendieron pronto a defenderse de los piratas
franceses, a los que más tarde se unieron los ingleses y los holandeses,
a través de impresionantes galeones, mucho más armados que los navíos piratas,
y un sistema de convoys que, siglos después, serviría a las naciones aliadas en la Primera Guerra
Mundial para vertebrar su defensa contra los submarinos alemanes.
Entre
1540 y 1650 –periodo de mayor flujo en el transporte de oro y plata– de los
11.000 buques que hicieron el recorrido América-España se perdieron 519
barcos, la mayoría por tormentas y otros motivos de índole natural. Solo 107 lo
hicieron por ataques piratas, es decir menos del 1 %, según los cálculos de Fernando Martínez Laínez
en su libro «Tercios de España: Una infantería legendaria». Un daño
mínimo que se explica por la gran efectividad del sistema de convoys
organizado por Felipe II.
Así, el
Monarca estableció por Real Cédula nada más llegar al trono las condiciones
para asegurar un sistema de defensa naval inmune a los ataques piratas.
El viaje de la Flota de Indias se efectuaba dos veces al año. El punto de
partida se emplazaba en Sanlúcar de Barrameda, donde la flota realizaba
las últimas inspecciones, y desde allí partía hacia La Gomera, en las
islas Canarias.
Tras la
aguada –recoger agua en tierra–, la escuadra conformada por unas 30 naves
navegaba entre veinte y treinta días, en función de las condiciones climáticas,
hasta las islas Dominica o Martinica (Centroamérica) donde se reponían
los suministros. Durante todo el trayecto el convoy
era encabezado por la nave capitana y los galeones mejor artillados se
situaban a barlovento –donde sopla el viento– para proporcionar escolta al
grupo. El objetivo general era que ningún barco se perdiera de vista o se
desviara del rumbo en solitario. Y por la noche, los bajeles encendían un
enorme farol a popa para servir de referencia al que tenían detrás.
Wikipedia
Pintura
que a un galeón español defendiendose del ataque de dos galeras
El
sistema de convoy español, cuyo teórico fue el capitán Menéndez de Avilés,
sería copiado por Inglaterra y EE.UU. en las dos guerras mundiales. Pero la
auténtica prueba de que cumplió con su proposito es que solo dos convoys fueron
por completo apresados en toda su historia: la primera, en 1628, a la altura de
Matanzas (Cuba), a manos del almirante holandés Piet Heyn; y una
segunda vez en 1656.
¿Quedó herido el Imperio por la piratería?
Sin
capacidad para atacar a la Flota de Indias o a los galeones de gran tamaño, la
actividad de Francis Drake y de otros de su tallaje se limitó en la mayoría
de casos a ataques contra indefensas poblaciones del Caribe. No en vano, el
sistema defensivo de algunas poblaciones españolas era realmente deficiente y
era fácil sacar partido de la incompetencia de los gobernadores locales.
Por ejemplo, el 1 de enero de 1586, el citado Drake tomó la ciudad de Santo
Domingo durante un mes y luego la incendio impúnemente.
La actividad de Francis Drake se limitó al saqueo
de las indefensas poblaciones del Caribe
Sin
embargo, tras el desastre de la Armada Invencible Felipe II
se tomó en serio el problema de la piratería y destinó ocho millones de ducados
para nuevas naves y fortificaciones en el Caribe. Estas, como la
inexpugnable Cartagena de Indias, fueron reforzadas por los mejores
arquitectos del Imperio. Un esfuerzo logístico que aceleró la decadencia de
este tipo de piratería, aquella financiada e impulsada en las sombras por
países como Inglaterra, Francia o Holanda. Cabe recordar que, aunque
personajes como Drake contaban con patente de corso, España no reconocía a
estos piratas como consarios sino como piratas, puesto que actuaban en tiempos
de paz.
Es por
todas estas razones que el historiador Germán Vázquez Chamorro resta
importancia a la influencia que pudo tener la piratería en el proceso de
decandencia del Imperio español. En su opinión, los más famosos piratas
encumbrados a la fama, sobre todo por la literatura y la propaganda inglesa,
realmente atacaban barcos pesqueros o chalupas de
escaso o nulo valor para la Corona española. De hecho, los enemigos de
España prescindieron de aliarse con los piratas cuando descubrieron otros
métodos para ganarle terreno a este imperio. Así, en los siglos XVII y XVIII,
todas las naciones se conjuraron para perseguir y castigar sin piedad a los
piratas.
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