¿Cuando
fue que nos acostumbramos al caos y al desorden? ¿En que momento empezamos a
aceptar que el bien era malo y el mal era bueno? Nacimos hace quinientos años,
no hace treinta. Tenemos una identidad de origen, aunque ahora la desconozcamos
y mostremos supina ignorancia sobre el ser un buen argentino. En el 1° de abril
de 1520, Magallanes ordenó celebrar la primera misa en tierra argentina, en un
lugar al que bautizó Bahía San Julián y desde la cual cuatrocientos sesenta y
dos años después, despegaron nuestros halcones para enfrentar al invasor
eterno, aquel que parece ser el Némesis de nuestra nación y que se oculta en
las sombras de cada esquina de nuestra historia. Luego los demás Adelantados,
don Pedro de Mendoza, el dudoso Gaboto y don Juan Díaz de Solís, con sus
corajes de españoles de lengua castellana y sangre vasca, le dieron inicio,
forma y existencia a esta tierra del Plata, generosamente cobijada en los
planes y testamento de nuestra primera reina de Indias, doña Isabel la
católica.
Tuvimos
momentos de felicidad y de gloria, de trabajo firme y constante en una tierra
que germinó esperanzas, sueños y alegrías y que le permitió decir con orgullo a
cada habitante ante quien nos preguntara y ante todo el mundo "¿¡Que soy
yo...!?" "Yo...¡soy argentino!".
Ante el
orgullo y la bonanza de siglos, fuimos desagradecidos con nuestra herencia.
Dios nos dió una tierra hermosa y la bañó con su espíritu y su espíritu fue
padre y hermano del nuestro, del de cada uno de nosotros. Y cuando tuvimos que
defender nuestras convicciones, lo hicimos de pie, tanto ante el vil e impío
invasor de tantos puntos del globo que aquí tuvo que hincar su orgullo y cuando
nos enfrentamos entre nosotros en las guerras que nos separaron de la Madre
Patria y que nos dividieron entre nosotros, los nativos de Indias, en tantos
estados. Y en las guerras civiles, que tanto nos desangraron, también mostramos
convicciones, coraje y decisión, cualquiera fuese el bando elegido.
Y si
pudimos mostrar esas cualidades ¿que nos impide ejercerlas ahora? ¿Cuando fue
que dejamos de pelear por lo que creíamos justo? ¿Cuando fue que decidimos
entregar nuestra libertad y canjearlas por palabras? ¡Malditas sean las falsas
libertades de hoy que nos quitan el honor y la dignidad, verdaderos valores de
libertad que supimos antes defender!
Es hora
de que cada argentino tome su bastón de mariscal, decida su destino y sea un
líder dispuesto a echar a usurpadores de nuestra nación. En nuestra tierra un
mal se ha alzado y nos destruye nuestra esencia, nuestra alma y tradición y
deja una tierra yerma como herencia vacía para nuestra descendencia. ¡Quiero
sumarme a los nuevos Cid, Liniers, Peñalozas y los seiscientos cuarenta y nueve
Giachinos, que como héroes redivivos en todo el pueblo argentino unido y que
como un puño erguido, enfrente nuevamente a este monstruo, lo mire fieramente a
los ojos y lo vuelva a vencer. ¡Quiero que se levante de mi mano y de las
vuestras, la hidalga Terrae Argentum de la Gran Restauración!
Recuperemos
juntos nuestra civilización al canto de estas estrofas que convoquen a nuestros
lares. "He ahí a mi Padre Dios y a mi madre la Virgen He ahí a mis
hermanos y hermanas de la Patria y de la Iglesia He ahí el linaje de mi cuna y
religión regresando a su principio He aquí que escucho su llamado Me invitan a
mi lugar entre ellos en las alturas del cielo donde los santos, caudillos y
héroes, viven por siempre"
! Animos ¡ Hermanos Argentinos,
ResponderBorrarDesde España, que ya no hay casi hombres,ni mujeres
. Solo Sombies
Aracelis.